Prepararse para un cambio interior


Cuando uno hace un curso o una sesión de cambio interior, (llamemos así a lo que damos en Unkido; Yoga, Reiki, Biodescodificación, etc.), hay ciertos problemas que aparecen como muy comunes. Vamos a intentar despejarlos, para no estar repitiendo errores de otros y poder avanzar más rápidamente, en forma más asertiva.

Luchar con la Sombra

El principal problema con que nos topamos es el de la sombra. Desde el comienzo está diciéndonos qué debemos o no hacer, nos está comparando con los demás, está suponiendo, o presuponiendo un sinfín de cosas, está hablando por nosotros desde el miedo, está actuando desde ese temor, está poniendo fuera lo que no podemos ver adentro. La sombra siempre va a ver el error en el otro y para abreviar, vamos a tener en cuenta que todo eso eso lo hacemos sin darnos cuenta, porque nos maneja el subconsciente. El ego tiene una raíz subconsciente, y muchos la sienten. Justamente, es esa voz que va comparando, suponiendo y pensando desde el temor, la culpa, etc.  

El que imparte un curso de cambio interior tiene que ser muy hábil, porque, por ejemplo, tiene que permitir que el que hace la primera experiencia se exprese, para saber dónde está parado, pero a la vez tiene que poder detener a tiempo al ego del otro, cuando habla el subconsciente. Recordemos que el que aprende, por lo general, se identifica con su propio ego y con sus reacciones emocionales. Por lo tanto, el profesor lucha con varias sombras, para poder guiar al aprendiz por un sendero asertivo.


Por los Montes

Dar un curso de cambio interior es similar a algo que yo vivía en los montes de mi provincia de Córdoba, en Argentina, a los que amaba ir de vacaciones a los 20-30 años. Cuando invitaba a gente amiga al lugar donde acampaba, empezaba el show del ego… Teníamos que cruzar un par de montes a pié para llegar al lugar donde estaba parando. Lo más frecuente, (y cuando más principiantes era peor), era que cada uno quisiera ir por su lado, cruzar los montes a su manera, sin escuchar recomendaciones.
En el mejor de los casos, se habían comprado un par de zapatos de esos con suela de tractor, y ya se sentían verdaderos exploradores. Y salían disparados antes que pudiera decirles siquiera por dónde era, cometiendo los errores que otros ya habíamos ido cometiendo antes, a lo mejor salvando algunos, pero, cayendo en otros repetidos, o incluso, inaugurando peligros nuevos,…, ¡porque la imaginación humana es verdaderamente grande!
En los animales uno no ve este problema. Basta con que un animal vaya por un sitio, o por una situación nueva, descubra el mejor camino, aprenda de sus errores, que el resto de la especie, va a conocer, aprovechar e incluso mejorar esa experiencia, ya sea por imitación directa, o bien, por una memoria que ahora trata la epigenética, tema muy interesante que sólo nombro para que busquen.

¿Qué diferencia hay entre los animales y nosotros, los inteligentes seres humanos, que no nos permite hacer lo mismo que ellos? ¿Por qué en eso nos superan absolutamente todos los animales ? Respuesta simple: es por el individualismo, por el ego centrado en sí mismo. En vez de dejarnos guiar, nos sentimos inferiores si otro lo hace y queremos hacerlo a nuestra forma. ¿Les suena a lo que hacemos generación tras generación? ¡Pues sí!

Usamos la inteligencia sí, y la imaginación, pero de mala manera.

Supongamos opciones para el ejemplo anterior: seguimos a quien conoce el terreno, y confiados en sus pasos, procuramos respirar de la mejor forma, observar bien el camino por si luego uno cruzara solo, etc. Es decir, no ir intentando reinventar la pólvora, el camino ya lo conoce otro, y no es necesario competir con él como parece entender el ego,…, entonces podemos centrarnos en aquellos pequeños, o no tan pequeños, detalles. En vez de salir como bólidos a explorar lo que otro ya sabe, sería mejor idea imitar lo que el otro sabe, con la mente alerta y abierta ya a otras vicisitudes. Y si no hay mucho que uno pueda hacer, ya sería mucho más inteligente, por ejemplo, ir disfrutando del paisaje…    

En un curso de cambio interior ocurre el mismo problema. Cada uno que viene a aprender, cree conocer el camino de antemano. Entonces, no sólo que es mucho más difícil guiarlo, sino que además puede poner en peligro la expedición, si hay que salir a buscarlo, o a rescatarlo de un abismo, del que nadie sabe cómo ha llegado hasta él.

Tenemos que poder pegar este giro de pensamiento. Dejarnos guiar y poner la cabeza en su sitio, mirando por sobre lo que el otro ya nos está enseñando.
   

Los Salvadores de Mundos

Quizás, nuestra mente esté demasiada influenciada por las películas americanas, no lo sé, pero hay una situación característica: todos queremos salvar el mundo, o al menos, una parte de él. Salvar a África, salvar a las ballenas de las ballenas mismas, salvar a las hormigas del vaticano de los zapatos de los curas, etc., etc.

En principio, no estamos teniendo en cuenta que todo despertar o aprendizaje interior es progresivo, y que a medida que despertemos nuestra energía interior, podemos estar más plenos de energía para el exterior.

Por ejemplo, ya que hemos nombrado Reiki, hay allí una situación semejante. Por si no lo saben, en el segundo nivel de Reiki se enseña una parte más psíquica, cómo conectar esa energía a distancia, y a través del tiempo. Esto no es difícil, una vez aprendido lo anterior. El caso es que acto seguido de conocer la forma, ya queremos mandarle Reiki a todo el planeta.¡Es un clásico! Y por citar ahora sólo un problema que esto puede tener: ¿tenemos la plenitud para soportar ya a las energías de todo el planeta? ¡Por supuesto que no! Es muy infantil pensarlo. ¡Es como si quisiéramos sanar todo el océano, con un frasquito de flores de Bach, cuando en realidad, si lo tiramos al mar, lo estamos desperdiciando, prácticamente.

Es cierto que Reiki ayuda a sentir y a tener una mayor plenitud energética, pero también esto es algo que se da en forma  progresiva. Pero nosotros, apenas sentimos un poquito más de energía, ya nos creemos super héroes, ignorando todos los impedimentos intermedios.

Quiero salvar al mundo, menos a la vecina de arriba que hace ruido a las tres de la mañana. Quiero salvar al mundo, pero me tengo que ir corriendo a casa, porque vaya a saber qué estarán haciendo mis hijos, o qué va a decir mi pareja, si llego tarde. Quiero salvar a todo el planeta, menos a los que destruyen todo el planeta. A esos los quiero destruir, o a los que me van a pegar bocinazos por manejar el auto después del curso, como si estuviera con alguna droga energética encima.

Aunque ahora no estamos viendo todo el problema de este ejemplo, podemos centrarnos en esa idea: No solo que no podemos conducir tanta energía, sino que ni siquiera sabemos qué es lo que el mundo quiere, o necesita.

Lo más lógico sería empezar por lo más directo y simple. Pero, atención, eso tampoco es la familia, ni la pareja o la falta de ella, ni los hijos, ni los padres, ni los que quiero impresionar, ni los que quiero ignorar. No, eso cercano es otra cosa llamada YO, por supuesto.
Y ya está dicho hasta el cansancio, el cambio está en uno, el cambio está en uno, pero, es necesario repetirlo, porque no aprendemos del error de los otros, y caemos en los mismos, una y otra vez.
Para cambiar o salvar el mundo, digámoslo otra vez entonces, tenemos que estar primero bien nosotros mismos. Y en la medida que podamos mejorar, es que vamos a colaborar con el planeta, o con los mundos que intentemos salvar. Incluso, yo diría, olvidémoslos por el momento de salvar mundos, de Star Trek, y hagamos el primer paso asertivo: ¡aprendamos y cambiemos nosotros!


Y Pedro lo Negó por Tercera Vez

Una y otra vez se ve aquello mismo.... Salvadores del planeta, tribus de diferentes especies. La tribu namasté, la del espíritu santo, la de las mil religiones, o no religiones del mundo. Incluso, el problema es también al revés, con el condenar al mundo que antes quería salvar. Siempre vemos el error afuera, siempre la culpa la tiene el otro, siempre es el otro el que tiene que cambiar. La intención de ver afuera el problema, está metida en lo más profundo de la psiquis humana.

En un curso de cambio interior, se puede ver muchas veces al ego negar tener aquella actitud. Va a negarlo, incluso cuando lo está haciendo. Y curiosamente, la negación se suele hacer tres veces, como la de Pedro.

Supongamos el tema del egoísmo, gran problema del ego, ¿verdad?
En estos cursos, por no ir afuera, solemos escuchar este tipo de discursos, por ejemplo: No, yo no soy egoísta. No, eso lo saqué de mí, y aunque me costó mucho, yo no tengo ese problema ya. ¡Ya está, tres veces negado! ¡Ni un monje budista Zen, retirado en su monasterio y orando por la humanidad, es tan libre del egoísmo como nosotros! 

No sé muy bien por qué el ego niega tres veces el problema, pero, justamente, lo hace así cuando el problema no está resuelto.  El problema es que actuando desde nuestra sombra, el no poder ver es una constante, y caemos en las paradojas: ¡no, no y no estoy negando esto tres veces! 
Por eso, suelo responder a esto, con otra paradójica frase: cuando uno hace un curso de cambio interior, lo más inteligente es poder salir de la mirada de la sombra y estar, justamente, abiertos a un cambio interior.

¡Hasta la próxima!

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