Actos Fallidos y Actos de Aciertos Inconscientes

Actos Fallidos

Seguramente, te ha pasado, sobre todo cuando estás con cierto estrés, que dices algo que no quieres, o incluso, lo contrario a lo que quisieras decir. O bien, llamas a alguien que no quieres, o nombrar a tu pareja por el nombre de tu ex. A este tipo de actos, le llamamos actos fallidos.

Nuestra mente inconsciente funciona con mecanismos invisibles, y aquellas respuestas están programadas. Podríamos pensar incluso que, a veces, parecen diseñadas por nuestro propio enemigo. Lo que sucede es que estas respuestas automáticas, dependen de varias cosas: del estímulo anímico, de las creencias que tengas, de lo que tengas en mente, de cómo proyectes tu energía vital ante determinadas situaciones. Es decir, por ejemplo, si estás sintiendo desvalorización, las respuestas que proyectes desde el inconsciente, dejarán ver claramente esta tendencia.


La desvalorización es Moneda Corriente

Hago un giro, a propósito de la desvalorización, porque a partir que uno trabaja con Biodescodificación, se puede comprobar que es una cuestión más común y cotidiana de lo que se piensa.

¿Te duelen los huesos? ¿La rodilla, el hombro, los tobillos, el cuello? Pues, la gran candidata a ser la generadora de este síntoma es la desvalorización, que se presenta ante diversas cuestiones.

Nos podemos estar desvalorizando todo el tiempo, o en cualquier momento; ante quienes nos gustan y/o ante quienes nos disgustan, ante las opiniones de los demás, ante las sentencias que nos dicta la sociedad, la familia, la religión, etc. La desvalorización es moneda corriente, y quiero agregar, que es la madre de muchas otras creencias negativas.


Actos de Aciertos Inconscientes

Volviendo hacia aquellos actos fallidos, sólo los voy a tomar como referencia, porque quiero presentar también los contrarios a estos actos, los cuales podría bautizar ahora como "actos de aciertos inconscientes". Estos actos, al contrario que los anteriores, parecen provenir de proyecciones afirmativas de nuestro inconsciente.

Curiosamente, tengo varios ejemplos que he vivido. Por cierto, aunque me han sorprendido, nunca antes se me había ocurrido contarlos, ni había visto que he vivido tantos. El primero, en realidad, no sabía decir si es un acto de acierto, o un acto fallido.


Cuando era adolescente me tuve que enfrentar a una situación difícil en el colegio. Mi tía, que llevaba mi propio apellido, se convirtió en mi profesora de geografía. Para no satisfacer la suspicacia de mis compañeros y no caer ni a un lado ni al otro de las alternativas que se me presentaban, decidí ser un alumno mediocre y llegar al aprobado con lo justo. De esa forma, creía que no llamaría la atención y en cierta manera, funcionó durante todo el año. Sin embargo, el crucial primer día, mi tía acostumbraba a charlar para conocer a los alumnos y hacerlos interesar por la materia, y por cierto, lo hacía muy bien. En un momento, preguntó cuál era el punto más austral de la Argentina. Las respuestas se sucedían, y nadie acertaba. Era mi oportunidad para decir un disparate, llegar al colmo, quedar como gracioso e ingenioso, y así ganarme la simpatía de mis compañeros y la buena mirada de mi tía. Sin pensarlo, levanté la mano y no se me ocurrió otra cosa que gritar bien alto: "el cono sur",..., en vez de las risas que esperaba, escuché un "muy bien Mataloni" de mi tía, al tiempo que sentía la mirada de todos en mi nuca.

Otro de la misma época, poco después, hubo un profesor de contabilidad que me ayudó mucho en aquellos momentos difíciles, ya que mi padre había fallecido. Hasta se tomó la mitad del año, en hacer charlas psicológicas de integración y a través de eso, sentí mayor confianza y alegría. Yo creo que su ayuda fue a partir de lo que mi situación le generaba. Recuerdo que en algún momento me dijo que vivía en el centro, en determinada galería. Pasaron varios meses, no recuerdo cuántos, pero un día, caminando por el centro de la ciudad, vi el nombre de la galería y recordé que el profesor mi había invitado a continuar nuestras charlas. Me fijé en el contestador automático, vi su nombre, y llamé sin plantearme nada más. Subí a su piso, las puertas del ascensor daban directamente al departamento. La puerta se abrió y vi una multitud de gente. Empecé a caminar, la gente se fue abriendo ante mi paso, y al final de la sala, mi profesor que me mira asombrado y me dice: ¡José, te acordaste! ¡Era su fiesta de cumpleaños!

Para dar un ejemplo actual, hace algunos días estaba almorzando con una amiga. El televisor estaba prendido y estaba dando una de sus series favoritas. No le prestábamos mucha atención, porque la charla era interesante, e iba en aumento, y el televisor particularmente me molestaba. Sentí el impulso de apagar el aparato, pero lo refrené porque era una serie que a ella le gustaba. Volví a sentirlo al poco tiempo, pero, vi que el control remoto estaba lejos. Pasaron unos pocos momentos más, y me incorporé del sillón, para tomar un poco de pan. La barra de pan, dio contra algo que estaba debajo de la bolsa del pan, no sé qué fue, pero esto cayó directamente sobre el botón rojo del control remoto, y la televisión se apagó, como por arte de magia.

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