Los puntos ciegos de nuestra
consciencia son aquellos que no podemos ver con ella, valga la obviedad de la
aclaración. Mientras el punto ciego no molesta, aquello que no vemos, no ejerce
interferencia, es decir, no los sentimos. El problema es cuando los puntos
ciegos empiezan a presionar, justamente, para que puedan ser vistos. Entonces,
empiezan a ser sintomáticos, o como diría la medicina, empezamos a somatizar en
el cuerpo o bien empiezan a afectar a la
psicología. El punto ciego empieza con estos síntomas a ser evidente. Allí, la
cuestión es que la identidad con sus respuestas conocidas, intenta “solucionar”
lo que nos molesta, pero se encuentra que, en vez de solucionarlo, el punto
ciego comienza a ser más evidente.
“Punto ciego” nos da 130, es
decir, según sabemos, es una bisagra del plano mental. Empieza a manifestarse
una pregunta, y como dije, aquello que hacemos desde la identidad, en vez de
solucionar el tema en cuestión, en realidad, se hace más obvio, o más problemático,
como he sugerido, crece, para que podamos permitir la respuesta.
Por tanto, vemos que cuando
la pregunta empieza a manifestarse, la identidad me va a dar respuestas, que
son menos veloces que la velocidad del espacio-tiempo actual. Al decir que son
menos veloces, quiere decir que, no solo no solucionan el problema, sino que
pueden hacer más grande la interferencia, para que pueda ser vista de raíz. A
medida que vemos esta carencia de las respuestas del intermediario, dejamos
espacio para que nos vengan las respuestas de la mayor velocidad. Este tránsito puede ser incómodo, o difícil,
para el receptor, porque la química del cuerpo, o de nuestra neurología, no
resulta para nada agradable.
Sin embargo, esta incomodidad
es un excelente síntoma de que nuestra identidad está perdiendo los amarres a
los que agarrarse.
El plural, mientras tanto, “puntos
ciegos” suma 170. Es decir, en vez de ser una bisagra del plano mental, es la
comunicación entre el primer plano, y el plano del origen.
Por tanto, o bien trabajamos “el
punto ciego” con los recursos de la
mente, uno a uno, es decir, linealmente, o tenemos la opción de comprender “los
puntos ciegos”, es decir, podemos ver la lógica de la totalidad de las
interferencias que están entre el plano más lento, y aquello que es la esencia
de la existencia. Esta comprensión nos abre a recibir la respuesta de la mayor
velocidad, o del plano 7. Lo que no solemos tener en cuenta es que si
aprendemos a permitir ver al observador de mayor velocidad, éste, al contrario
que el plano mental, con que comprenda un punto ciego puede empezar a
desmantelar los demás puntos ciegos.
Es decir, la mente va a
tratar de resolver uno a uno los temas “linealmente”; mientras que si
permitimos que sea la mayor velocidad la que trae la respuesta, con que lo
permitamos en un tema, éste es fractal del resto de temas que tienen la misma
raíz.
Esto puede ser importante
para no embarrarse en la observación lineal y permanecer mucho tiempo con las
interferencias, (las que pueden tener multitud de formas), y dar paso a abrir
espacio a la observación no lineal, necesaria para éste espacio-tiempo.
La premura que tiene la
identidad por ver el punto ciego, nos puede llevar a la observación lineal, a
través del esfuerzo por quitarnos el tema de encima, pero nos esforzamos en
encontrar algo que no podemos ver. Sin embargo, si asumimos que tenemos un
punto ciego, y me abro a la proyección de la vida que me lo está mostrando, empezamos
a tener acceso a ver lo que antes no podíamos. Esta es la observación no lineal,
la que no requiere esfuerzo, sino incluir esos potenciales que más miedo o
molestias me causan. La dificultad está, justamente, en poder dejar de hacer
esfuerzos por observar desde la identidad, o la mente. Se trata, entonces, de
aprender a detectar ese esfuerzo como una distorsión que es al mismo tiempo, si
permitimos que lo opere el observador más veloz, un puente para una nueva
percepción.
Gracias! Muy claro!!!
ResponderEliminarGracias a ti Isabel!
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